miércoles, 24 de octubre de 2007

Ted Grant


LA CONTRIBUCIÓN DE TED GRANT AL MARXISMO

Alan Woods(extracto de documento)

LA CONTRIBUCIÓN DE TED GRANT AL MARXISMO

Alan Woods



Este año Ted Grant celebrará su noventa cumpleaños. Durante toda su vida consciente ha defendido firmemente las ideas del marxismo. Ha mantenido un rumbo firme y nunca, en ningún momento, se ha desviado de esta batalla, ni siquiera ha dudado de la inevitabilidad de la victoria final.

Cuando era joven, en Sudáfrica, Ted se convirtió en marxista y se unió al Partido Comunista. Eran los años en que la burocracia estalinista estaba consolidando su poder en la URSS. Un grupo de militantes del Partido Comunista Sudafricano se opusieron al estalinismo y giraron hacia al trotskismo (bolchevismo-leninismo). Siguiendo el camino de otro hombre extraordinario, Ralph Lee, Ted se unió a la Oposición Internacional de Izquierdas dirigida por el gran revolucionario ruso León Trotsky. Abandonó Sudáfrica para trabajar en el movimiento revolucionario internacional y llegó a Gran Bretaña en los años treinta donde ha vivido desde entonces.

Durante su vida, Ted ha jugado muchos papeles, como ha descrito en su libro Historia del trotskismo británico. Es la personificación del hilo intacto que une a la generación actual con la rica tradición que se remonta a la Oposición de Izquierdas, al Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky y mucho antes, a Marx y Engels.

Pero Ted Grant no es sólo un símbolo. Siempre ha jugado un papel muy activo y de dirección en el movimiento, donde no sólo ha defendido las ideas del marxismo, también las ha desarrollado y enriquecido de una forma profunda y creativa. Sus escritos son un rico tesoro de ideas y arrojan luz sobre las cuestiones candentes de nuestra época.

Los escritos de Ted abarcan una enorme variedad de materias, desde el fascismo a la revolución colonial, desde la historia de la Internacional Comunista a la revolución española. La variedad de temas refleja su conocimiento casi enciclopédico de los asuntos mundiales y que ha asombrado a muchos de los que hemos tenido ocasión de discutir con él.

Ted siempre se ha considerado un discípulo fiel de Marx, Engels, Lenin y, por supuesto, de ese gran revolucionario y mártir, León Trotsky, a quien habitualmente hacía referencia como "el viejo". Siempre ha insistido en que los compañeros jóvenes deben estudiar cuidadosamente las obras de los grandes maestros del marxismo, antes de hacer un nuevo análisis de los acontecimientos actuales siempre releía las obras básicas. Sobra decir que de ninguna manera es secundario su detallado conocimiento de todos los aspectos del marxismo.

La importancia de la teoría

Esta actitud rigurosa hacia la teoría siempre ha sido una de las características más destacadas de Ted. A veces resultaba frustrante para los compañeros jóvenes presentar sus artículos a la exigente atención de Ted porque éste siempre fue un perfeccionista y no escatimaba ninguna crítica. Pero así es como él nos entrenaba en la lucha por la teoría marxista y a desarrollar una actitud implacable hacia los principios.

Fue esta actitud implacable hacia la teoría lo que permitió a Ted mantener el rumbo en el difícil período de auge capitalista que siguió a la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas del verdadero bolchevismo-leninismo se quedaron aisladas durante todo un período histórico.

Cuando Trotsky fue asesinado en 1940 por un agente estalinista, las fuerzas débiles de la IV Internacional se quedaron sin dirección. Los dirigentes de la Internacional no estaban probados y demostraron una capacidad desigual ante las tareas que les había deparado la historia. Sucumbieron a las presiones y abandonaron las ideas y métodos del Viejo. Pero Ted y sus compañeros de la dirección del PCR británico se mantuvieron firmes.

Los documentos programáticos del PCR en los años cuarenta, prácticamente todos escritos por Ted, demuestran un conocimiento profundo de la nueva situación mundial surgida después de 1945. Estos documentos han pasado la prueba del tiempo y hoy en día los marxistas los pueden leer.

Sin ninguna sombra de duda, se puede decir que de todos los seguidores de Trotsky, sólo Ted comprendió y siguió realmente el método del Viejo. Eso explica por qué la tarea de preservar las ideas, los métodos y las tradiciones del verdadero marxismo recayó sobre Ted. Si no hubiera hecho nada más, sólo esto habría sido suficiente razón para que la generación actual de marxistas le recuerde.

Sin embargo, Ted no sólo preservó las ideas y el método, también los aplicó brillantemente a los acontecimientos que se estaban desarrollando en el mundo. Mientras que otros llamados trotskistas pronosticaban una tercera guerra mundial a la vuelta de la esquina o teorizaban con la imposibilidad de una nueva crisis capitalista, Ted estaba analizando y explicando los nuevos acontecimientos.

Resulta asombroso, por ejemplo, que Ted no sólo pronosticara la victoria de Mao Zedong, también explicó que programa llevaría a cabo Mao, antes de que el propio Mao lo planteara.

Cuando Mao todavía estaba escribiendo sobre el largo período del capitalismo en China, Ted explicó que se vería obligado a nacionalizar los medios de producción y crear un estado a la imagen y semejanza de la Rusia de Stalin. Incluso más asombroso fue cuando Ted predijo que la China de Mao inevitablemente entraría en conflicto con la Rusia estalinista. Hizo esta predicción a finales de los años cuarenta en un documento titulado Respuesta a David James, cuando no había la más mínima señal de conflicto entre Moscú y Pekín.

Para que esta predicción se hiciera realidad en el conflicto chino-soviético tuvo que pasar más de una década. ¿Cómo era posible que Ted anticipara este acontecimiento incluso antes de que Mao llegara al poder? Se basó en lo que había escrito Trotsky en 1928 en las discusiones sobre el Borrador del programa de la Internacional Comunista, cuando Stalin y su (entonces) aliado Bujarin, plantearon por primera vez la teoría antileninista del socialismo en un solo país.

Trotsky, con una asombrosa capacidad de previsión, advirtió a los dirigentes del movimiento comunista internacional que si la Comintern aceptaba esta teoría equivocada, sería el principio de un proceso que inevitablemente llevaría a una degeneración nacional-reformista de todos los partidos comunistas del mundo, estuvieran o no en el poder.

En ese momento los dirigentes de los partidos comunistas ignoraron los avisos de Trotsky. Se consideraban internacionalistas revolucionarios y leninistas. Todos defendían la revolución mundial. ¿Cómo podía degenerar la Internacional Comunista en líneas nacionales-reformistas? ¡La idea simplemente resultaba ridícula!

Un error en la teoría tarde o temprano se manifestará en la práctica en un desastre. Lenin y Trotsky siempre comprendieron eso y Ted siempre ha repetido incansablemente la misma idea. Aquellos dirigentes orgullosos de los partidos comunistas que desdeñaron el buen consejo de Trotsky en 1928, pronto descubrieron que él tenía razón. Con Stalin los partidos comunistas quedaron subordinados a Moscú y tuvieron que poner en práctica la política que interesaba a su política exterior, es decir, la que interesaba a la burocracia soviética.

domingo, 21 de octubre de 2007

Ariel Dorfman EL HOMBRE Y SU OBRA

EL HOMBRE Y SU OBRA
Ignacio López-Calvo
California State University, Los Angeles
Datos biográficos
Ariel Dorfman (1942) ha sido profesor de literatura iberoamericana en la Universidad de Chile, la de Amsterdam, la de Maryland y en La Sorbonne (París IV). Asimismo, se le concedieron los puestos de "research scholar" en University of California at Berkeley, "fellow" en el Wilson Center del Smithsonian, "visiting fellow" en el Institute for Policy Studies en Washington D.C. y de profesor de investigación de literatura y estudios latinoamericanos Walter Hines Page en Duke. El 13 de octubre de 1997 ganó, junto con su hijo Rodrigo, el premio Writer’s Guild of Great Britain por su cortometraje de 20 minutos "Prisoners in Time." También ha publicado artículos periodísticos en numerosos diarios como el New York Times, Village Voice, Washington Post, Philadelphia Inquirer, Los Angeles Times, Marcha, El Diario de Caracas, Hoy, Clarín, El País, Le Monde o Die Zeit, entre otros. Además de pasar parte de su infancia en los Estados Unidos, tras el golpe del general Augusto Pinochet se exilió en Francia, Holanda y Estados Unidos. Dorfman participó activamente en colaboración con el gobierno de la Unidad Popular, en cuestiones editoriales y pedagógicas.

OBRA Y PENSAMIENTO

El ensayo de Ariel Dorfman se destaca, principalmente, por sus sucesivos análisis de la cultura popular. De entre ellos destacan Para leer al Pato Donald (1971) (en colaboración con Armand Mattelart), Ensayos quemados en Chile (1974), Supermán y sus amigos del alma (1974) (en colaboración con Manuel Jofré), La última aventura del Llanero solitario (1979), Reader’s nuestro que estás en la tierra (1980), Patos, elefantes y héroes (1985), Sin ir más lejos (1986), Los sueños nucleares de Reagan (1986). Como veremos, muchos de sus ensayos se repiten exactamente varias veces a lo largo de las diferentes colecciones mencionadas; otros son reescritos y puestos al día.

Otra de sus colecciones es Imaginación y violencia en América (1970), en donde el autor analiza la mentalidad artística iberoamericana con estudios sobre textos como Hombres de maíz, Cien años de soledad, Pedro Páramo, o bien las obras de Borges, Alejo Carpentier, José María Arguedas y Vargas Llosa. Cada texto representa al individuo iberoamericano en su encrucijada histórica, y con el trasfondo de la violencia endémica del continente: "La visión general que se tiene, a partir de un centenar de novelas de los últimos veinticinco años, es que el hombre está inmerso en una situación que él no controla, pero que su violencia al encarcelarlo también apunta hacia la forma de solucionar sus problemas" (37). Se abordan, además, temas que serán recurrentes en libros posteriores como la teoría de la dependencia, el subdesarrollo o la revolución.

El libro Para leer al Pato Donald (1971) (How to read Donald Duck, 1984) escrito por Ariel Dorfman y Armand Mattelart fue, con múltiples ediciones y traducciones, la colección de ensayos de mayor venta en Iberoamérica en los años 70. Es, sin duda, el libro que mayor fama ha dado a Dorfman.

Concebido como un manual de descolonización, Para leer al Pato Donald trata de deconstruir la ideología imperialista subyacente en las relaciones entre los personajes del cómic de Disney, comparadas con las propias condiciones de trabajo de los empleados de la compañía. Estos últimos quedan convertidos en trasunto de los indígenas y sobrinos de la historieta (Huey, Dewey y Louie). Para Dorfman y Mattelart, detrás de la máscara del mito Disney se esconde el insoslayable mensaje propagandístico del imperialismo cultural, del capitalismo estadounidense y del mítico "American Way of Life."

Según los autores, el conflicto maniqueísta entre los personajes nunca tiene una base social porque se han eliminado todas las formas de producción (material, sexual e histórica). Simplemente, se trata de representar la superestructura ideológica de una sociedad capitalista avanzada, cuyo único futuro posible es la supremacía del sector terciario (de servicios) como clase. A este efecto, las fuerzas históricas y el sector secundario o productivo quedan eliminados. Por el mismo camino, el Tercer Mundo acaba siendo un parodiado juguete del Primero, que importa--al mismo tiempo que los productos manufacturados--su sistema axiológico. Los cómics son realmente un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo han de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional. En definitiva, el cómic de Disney no es mero entretenimiento sino una burla explícita de las condiciones de dependencia y explotación de la periferia por parte de los centros de decisión, representados por el tío Scrooge McDisney. Es más: su objetivo final es promocionar el subdesarroyo. No obstante, la obra se ha criticado en múltiples ocasiones. Por ejemplo, para Salvador A. Oropesa, "lo que intentan Dorfman y Mattelart es dejar intacta la estructura social de la burguesía (como en Moros en la costa) y cambiar sólo el nombre de la gente a desempeñar la función, sobre todo con el espejismo del proletariado" (170).

En el primer capítulo de Ensayos quemados en Chile (Inocencia y neocolonialismo) (1974), titulado "Dependencia," aparecen varios estudios que serán incluidos en libros posteriores: los del Reader’s Digest, el Llanero Solitario y la literatura infantil. En el segundo, "Problemas culturales de la transición," se analiza la situación de la política cultural del gobierno de la Unidad Popular, además de deconstruir los significados secretos de las siglas con que se nombra a las empresas. La tercera parte, está compuesta por un artículo de crítica literaria, "¿Volar? Un estudio de la narrativa de Skármeta y Edwards" y otro sobre la pesadillesca obra de Carlos Droguett Patas de Perro, "El Patas de Perro no es tranquilidad para el mañana." Para terminar, la última parte, "Valores de la liberación," incluye un artículo sobre la obra de Ernesto Cardenal "Ernesto Cardenal: ¡Todo el poder a Dios-proletariado!," y otro sobre la figura de Fidel Castro, "La historia nos sigue absolviendo, Fidel." Título que se refiere, lógicamente, al libro de Castro La historia me absolverá.

Por el mismo camino, Reader’s nuestro que estás en la tierra (1980) [The Emperor’s Old Clothes], estudia las conexiones entre la cultura popular y las ideologías. El libro consiste en otra colección de ensayos que tratan de deconstruir el neocolonialismo económico y mental subyacente en el comic y el western, lo que Dorfman denomina la "subliteratura" popular. Es evidente que tanto los temas como los métodos de análisis se repiten casi idénticamente en su libro posterior De elefantes, literatura y miedo: la comunicación americana (1986). Por medio del análisis de dichos géneros, Dorfman continúa con su intención de llevar a cabo una práctica literaria liberadora, que desenmascare los mecanismos ocultos que rigen las estructuras de dominación del imperialismo cultural. Al mismo tiempo, problematiza las consecuencias que estas prácticas han tenido en Iberoamérica. La colección está dividida en cuatro secciones. En la primera, titulada "Salvación y sabiduría del hombre común: la teología del Reader’s Digest," Dorfman insiste en la visión reaccionaria del Reader’s Digest, que ataca el comunismo, al mismo tiempo que defiende el capitalismo y el modo de vida capitalista norteamericano. Según Dorfman, la revista pretende hacer creer a los países desarrollados que las causas de su atraso son: a) la rareza de sus costumbres b) su rechazo a la tutela norteamericana c) el clima adverso d) y la falta de tradición de grandes cerebros. Por otro lado, su salvación estaría en la técnica y la ciencia, a la que sólo pueden acceder aquéllos que sepan dividir el mundo en buenos y malos, según propone el Reader’s.

El segundo capítulo, titulado "Inocencia y neocolonialismo: un caso de dominio ideológico en la literatura infantil," trata de demostrar los métodos con los que la literatura infantil trata que el niño acepte los valores burgueses. Para ello se basa en los comics del elefante Babar, que son un trasunto del sueño burgués de dominación de los países tercermundistas, en donde se anhela encontrar nativos dispuestos a "civilizarse." En los libros de Babar, no obstante, no se ignora la historia, sino que se la dulcifica e idealiza. Si bien no niegan que se utilizó la violencia en la colonización de África--representada por el malvado cazador--hacen que se justifiquen los medios, con la imagen final de la superación de los elefantes, que ahora viven felices en la civilización. Lo mismo ocurre con el Pato Donald y sus sobrinos en el cómic de Disney: los adultos son siempre torpes, cobardes e inútiles. Los niños, en cambio, representan la inteligencia y la bondad triunfadoras. Con ello el autor intenta que los lectores puedan "sentir que aquí se lleva a cabo la aventura ideal del marginado: los que tienen el poder son excéntricos, estrafalarios, fracasados, testarudos, tontos" (85). A fin de cuentas, en la literatura infantil se trata de convencer tanto a dominadores como a dominados de que el statu quo es como debe ser, que funciona a la perfección y, por tanto, no se debe alterar.

En la tercera sección, "La última aventura del Llanero Solitario en seis emocionantes capítulos," Dorfman quiere demostrar que el cómic oculta una secreta intención de justificar la creación de la plusvalía mediante la explotación del proletariado. En lugar de criticar las relaciones sociales de producción del sistema capitalista, el mal se halla en los excesos que se cometen contra la naturaleza. En definitiva, se nos pretende convencer de que no debemos confundir los excesos del sistema con el sistema mismo. El capítulo termina con el augurio de una rebelión de los indios (los oprimidos) a los que se une Toro, el compañero de El Llanero Solitario.

Por último, en el capítulo que cierra el libro, "Niveles de dominación en los medios masivos de América Latina (estudio de un caso típico)," se indaga en los diferentes mecanismos mediante los que se ha impuesto la dependencia cultural e ideológica de Iberoamérica a lo largo de la historia y, en especial, de Chile. Para mantener su hegemonía, los diferentes imperios han tratado deliberadamente de debilitar la economía local. Por su parte, en el reciente caso chileno se creó a medida un clima de temor e inestabilidad para justificar el golpe de estado del general Pinochet. De nuevo, se usa una historieta, Mampato, que se publicó en Chile en 1973, como reflejo de una crisis y que podría interpretarse como una reivindicación antidictatorial.

En la línea de Imaginación y violencia en América (1970), en Hacia la liberación del lector latinoamericano (1984) Ariel Dorfman analiza las relaciones entre el proceso creativo y la liberación social. Elogia a los autores cuya obra está enraizada en los sucesos políticos de su tiempo. Los textos literarios que selecciona son El recurso del método, de Alejo Carpentier; Los ríos profundos, de José María Arguedas; un poema de Canto general, de Pablo Neruda; La resurrección, de Antonio Skármeta; y Epigramas, de Ernesto Cardenal. Dorfman concluye que quizá exista en toda literatura un anhelo utópico de una sociedad mejor. Como Mario Benedetti y tantos otros autores, insiste en que el compromiso político y el carácter didáctico o propagandístico, no tiene por qué deteriorar la calidad literaria de los textos. Propone que el autor confíe respetuosamente en la capacidad intelectual de su lector para analizar los conflictos e ideas sugeridas en el relato. En la línea de Bertolt Brecht, sostiene que el autor debe intentar que el lector tome conciencia de las situación sociales para después decidirse a la acción democratizadora.

En De elefantes, literatura y miedo: la comunicación americana (1986) combina las herramientas de los dos últimos libros mencionados. Aparte de los cinco artículos periodísticos incluidos en la tercera sección, sigue las pautas de Hacia la liberación del lector latinoamericano, con la exposición de sus ideas en ensayos sobre los siguientes textos literarios iberoamericanos: Hombres de maíz de Miguel Ángel Asturias, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, El recurso del método de Alejo Carpentier y la poesía de Ernesto Cardenal. En la segunda sección del libro, sigue el método analítico de Para leer al Pato Donald, y continúa su exploración de los mensajes subliminares escondidos en la literatura infantil, esta vez en los cómics del Llanero solitario y el elefante Babar. En opinión de Dorfman, la literatura infantil en las sociedades capitalistas trata premeditadamente de manipular la interpretación de los conflictos sociales por parte del niño. Presenta aquiescentemente aspectos de la realidad como la pobreza, la desigualdad o el autoritarismo, que parecen inevitables. Por el contrario, los comics del elefante Babar deben interpretarse como una teoría de la historia en la que el elefante protagonista es un trasunto del indígena o del negro tercermundista, y la anciana señora sustituye a la Iglesia o al Imperio. En cuanto a las coordenadas espaciales, la selva representa al continente africano, mientras que la ciudad es el trasunto del centro europeo.

Deconstruye, además, lo que irónicamente denomina "la teología del Reader’s Digest." A juicio del autor, las Selecciones del Reader’s Digest constituyen una reaccionaria defensa del modo de vida occidental, cristiano, anglosajón, capitalista y norteamericano, y un continuo ataque al comunismo y a los países socialistas. La revista trata de "seleccionar" las lecturas del pueblo, lo que se debe leer y "digerir":

La causa del subdesarrollo es, por lo tanto, la culpa de las ideas que oscurecen la cabeza de los pobres y atrasados, y no un producto de una situación material. La solución no puede ser sino alimentarlos con las ideas correctas. (149)
(De elefantes, literatura y miedo: la comunicación americana Habana: Casa de las Américas, 1986)

Ignacio López-Calvo
California State University, Los Angeles

Sor Juana Ines de la Cruz

Estudio de la vida y la obra de Sor Juana Inés en el mundo cerrado de la sociedad aristocrática de la Nueva España del siglo XVII. En opinión de Octavio Paz, éste es uno de los textos más importantes, donde no sólo se pone de manifiesto una de sus pasiones intelectuales, Sor Juana y el barroco novohispano, sino que además constituye un verdadero alegato, una apología única en favor de la mujer y su reivindicación frente al poder.

Villancico de las Zagalas (Música: R. Sanz; letra: Sor Juana Inés de la Cruz). Director: Oscar Luis Santos Basso.

Sor Juana Ines de la Cruz
Que contiene una Fantasía con Amor decente
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho.

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

martes, 18 de septiembre de 2007

Un grito del sentir de los desposeídos, que plasma Miguel Hernandez


CANCION ULTIMA -

JOAN MANUEL SERRAT/MIGUEL HERNANDEZ - CANCION ULTIMA -

Pintada, no vacía: pintada esta mi casa
del color de las grandes pasiones y desgracias.
Regresar�
del llanto adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos elevar�
la sábana su intensa enredadera nocturna,
perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Ser� la garra suave.
Dejadme la esperanza.
Pintada, no vacía:
pintada está mi casa.

Bandiera Rossa


https://youtu.be/IxurdoPFMCI

Tributo a Lenin

lunes, 17 de septiembre de 2007

Discurso de Lenin

Vladimir Ilich Lenin
ACERCA DE ALGUNAS
PARTICULARIDADES DEL
DESARROLLO HISTÓRICO
DEL MARXISMO

Nuestra doctrina -- dijo Engels en su nombre y en el de su ilustre amigo -- no es un dogma, sino una guía para la acción [248]. Esta tesis clásica subraya con notable vigor y fuerza de expresión un aspecto del marxismo que se pierde de vista con mucha frecuencia. Y al perderlo de vista, hacemos del marxismo algo unilateral, deforme, muerta, le arrancamos su alma viva, socavamos sus bases teóricas cardinales: la dialéctica, la doctrina del desarrollo histórico multilateral y pleno de contradicciones; quebrantamos su ligazón con las tareas prácticas determinadas de la época, que pueden cambiar con cada nuevo viraje de la historia.

Y precisamente en nuestros tiempos, entre quienes se interesan por los destinos del marxismo en Rusia se encuentran muy a menudo gentes que pierden de vista justamente ese aspecto del marxismo. Ahora bien, todos ven han modificado con rapidez y fuerza extraordinarias la situación, la situación política y social, que es lo que determina de manera directa e inmediata las condiciones de la acción y, por consiguiente, las tareas de la acción. No me refiero, claro, a las tareas generales y fundamentales, que no cambian con los virajes de la historia si no cambia la correlación fundamental entre las clases. Es de una evidencia absoluta que esa tendencia general de la evolución económica (y no sólo económica) de Rusia no ha cambiado, supongamos, en estos seis años últimos, como no ha cambiado la correlación fundamental entre las distintas clases de la sociedad rusa.

Pero las tareas de la acción inmediata y directa han experimentado en este período un cambio muy profundo, por cuanto ha cambiado la situación política y social concreta; por consiguiente, también en el marxismo, como doctrina viva, no podían por menos de pasar a primer plano diversos aspectos suyos.

Para aclarar esta idea, observemos cuáles han sido los cambios concretos de la situación política y social en los últimos seis años. Ante nosotros se destacan en seguida los dos trienios en que se divide este período: uno, que termina hacia el verano de 1907; el otro, en el verano de 1910. El primer trienio se distingue, desde el punto de vista puramente teórico, por rápidos cambios en los rasgos fundamentales del régimen político de Rusia, con la particularidad de que la marcha de estos cambios fue muy desigual, la amplitud de las oscilaciones fue en ambos lados muy grande. La base económica y social de estos cambios de la "superestructura" fue la acción de todas las clases de la sociedad rusa en los terrenos más diversos (actividad en la Duma y fuera de la Duma, prensa, asociaciones, reuniones, etc.), una acción tan abierta, imponente y masiva como pocas veces registra la historia.

Por el contrario, el segundo trienio se distingue -- repetimos que esta vez nos limitamos al punto de vista puramente teórico, "sociológico" -- por una evolución tan lenta, que casi equivale al estancamiento. Ningún cambio más o menos apreciable en el régimen político. Ninguna o casi ninguna acción abierta y amplia de las clases en la mayoría de los "campos" en que durante el período precedente se desarrollaron esas acciones.

La semejanza de ambos períodos reside en que la evolución de Rusia ha sido en el curso del uno y del otro, como lo era anteriormente, una evolución capitalista. La contradicción que representa dicha evolución económica y la existencia de numerosas instituciones feudales, medievales, no desapareció, seguía en pie sin atenuarse, más bien, agudizada por la inyección parcial de cierto contenido burgués a unas u otras instituciones.

La diferencia entre ambos períodos reside en que, durante el primero, en el proscenio de la acción histórica figuraba el problema de cuál iba a ser el resultado de los cambios rápidos y desiguales de que antes hablábamos. El contenido de esos cambios, en virtud del carácter capitalista de la evolución de Rusia, había de ser, necesariamente, burgués. Pero hay burguesía y burguesía. La burguesía media y grande, situada en una posición de un liberalismo más o menos moderado, temía, por su propia posición de clase, los cambios bruscos y trataba de conservar restos considerables de las viejas instituciones, tanto en el régimen agrario como en la "superestructura" política. La pequeña burguesía rural, entrelazada con el campesinado que vive "del trabajo de sus manos", debía aspirar forzosamente a otro género de transformaciones burguesas, en las que quedase mucho menos sitio a las supervivencias medievales. Los obreros asalariados, en tanto mantenían conscientemente una actitud ante lo que ocurría a su alrededor, no podían por menos de adoptar una posición definida respecto a este choque de dos tendencias distintas, que, enmarcadas ambas en el régimen burgués, determinaban formas totalmente distintas de dicho régimen, una rapidez totalmente distinta en su desarrollo y una amplitud distinta de la esfera de sus influencias progresivas.

Así, pues, la época del trienio pasado destacó a un primer plano en el marxismo no por casualidad, sino necesariamente, las cuestiones que se suelen llamar cuestiones de táctica. No hay nada más erróneo que la opinión de que las discusiones y divergencias en torno de ellas eran polémicas "de intelectuales", una "lucha por la influencia sobre el proletariado no maduro", que expresaban la "adaptación de los intelectuales al proletariado", como piensan los de Veji de toda laya. Al contrario, precisamente porque esta clase había adquirido madurez, no pudo ver con indiferencia el choque de las dos tendencias distintas de todo el desarrollo burgués de Rusia, y los ideólogos de esta clase no pudieron por menos de exponer las fórmulas teóricas correspondientes (de manera directa o indirecta, como reflejo directo o inverso) a estas tendencias distintas.

En el segundo trienio, el choque de las tendencias distintas del desarrollo burgués de Rusia no figuraba a la orden del día, ya que ambas fueron aplastadas por los ultrarreaccionarios, llevadas atrás, empujadas hacia adentro, acalladas durante cierto tiempo. Los ultrarreaccionarios medievales no sólo han invadido por completo el proscenio, sino que han llenado los corazones de las más amplias capas de la sociedad burguesa de los sentimientos propagados por los de Veji, de un espíritu de abatimiento, de defección. Subió a flote no el choque de los dos métodos de transformación de lo viejo, sino la pérdida de la fe en toda transformación, el espíritu de "sumisión", de "arrepentimiento", la pasión por las doctrinas antisociales, la moda del misticismo, etc.

Y este cambio sorprendentemente brusco no obedece a la casualidad ni es resultado de la sola presión "exterior". La época anterior había agitado tan profundamente a capas de la población apartadas de las cuestiones políticas, ajenas a ellas durante generaciones enteras, durante siglos, que se hizo natural e inevitable la "revisión de todos los valores", el nuevo estudio de los problemas fundamentales, el nuevo interés por la teoría, por su abecé, por su estudio desde las primeras nociones. Millones de seres, despertados de pronto de un largo sueño, colocados de súbito ante problemas importantísimos, no podían mantenerse mucho tiempo a esa altura, no podían avanzar sin interrupciones, sin retornar a las cuestiones elementales, sin una nueva preparación que les ayudara a "digerir" las enseñanzas, sin precedente por su valor, y a poner a una masa incomparablemente más amplia en condiciones de avanzar de nuevo, pero ya de un modo mucho más seguro, mas consciente, con mayor confianza y con mayor consecuencia.

La dialéctica del desarrollo histórico ha sido tal, que en el primer período estaba a la orden del día la realización de transformaciones inmediatas en todos los aspectos de la vida del país, y, en el segundo, el estudio de la experiencia adquirida, su asimilación por capas más amplias, su penetración, si se puede expresar así, en el subsuelo, en las filas atrasadas de las diferentes clases.

Precisamente porque el marxismo no es un dogma muerto, no es una doctrina acabada, terminada, inmutable, sino una guía viva para la acción, no podía por menos de reflejar en sí el cambio asombrosamente brusco de las condiciones de la vida social. El reflejo de ese cambio ha sido una profunda disgregación, la dispersión, vacilaciones de todo género, en una palabra, una crisis interna sumamente grave del marxismo. La resistencia decidida a esa disgregación, la lucha resuelta y tenaz en pro de los fundamentos del marxismo se ha puesto de nuevo a la orden del día. Capas extraordinariamente amplias de las clases que no pueden prescindir del marxismo al formular sus tareas, lo habían asimilado en la época precedente de un modo extremadamente unilateral, deforme, aprendiéndose de memoria unas u otras "consignas", unas u otras soluciones a los problemas tácticos y sin comprender los criterios marxistas que permiten valorar esas soluciones. La "revisión de todos los valores" en las diversas esferas de la vida social ha conducido a la "revisión" de los fundamentos filosóficos más abstractos y generales del marxismo. La influencia de la filosofía burguesa en sus más diversos matices idealistas se deja sentir entre los marxistas en forma de epidemia machista. La repetición de "consignas" aprendidas de memoria, pero no comprendidas ni meditadas, ha conducido a una amplia difusión de la fraseología huera, concretada de hecho en tendencias que no tienen nada de marxistas, en tendencias pequeñoburguesas como el "otzovismo"[249] abierto o tímido, o como el reconocimiento del "otzovismo" en calidad de "matiz legítimo" del marxismo.

Por otra parte, el espíritu de los de Veji, el espiritu de defección, que abarcaba a las más amplias capas de la burguesía, ha penetrado también en la tendencia que trata de encuadrar la teoría y la labor práctica marxistas en el cauce de "la moderación y la escrupulosidad". Del marxismo no queda ya más que la fraseología con que se revisten esas consideraciones acerca de la "jerarquía", la "hegemonía", etc., impregnadas por completo de espíritu liberal.

Este artículo no tiene como propósito analizar esos razonamientos. Basta con mencionarlas para ilustrar la profundidad de la crisis por que atraviesa el marxismo, de que antes hablábamos, y su relación con toda la situación económica y social del período por el que atravesamos. No es posible sustraerse a los problemas que esta crisis plantea. No hay nada más nocivo, más falto de principios que tratar de eludirlos valiéndose de frases. No hay nada más importante que la cohesión de todos los marxistas conscientes de la profundidad de la crisis y de la necesidad de combatirla para salvaguardar los fundamentos teóricos del marxismo y sus tesis básicas, desfiguradas desde los lados más opuestos al extenderse la influencia burguesa entre los diversos "compañeros de ruta" del marxismo.

El trienio precedente ha elevado a la participación consciente en la vida social a capas tan amplias, que son muchos los que, por vez primera, empiezan ahora a conocer debidamente el marxismo. La prensa burguesa fomenta en este sentido mucho más que antes los errores y los difunde mucho más ampliamente. La disgregación en el marxismo es particularmente peligrosa en estas condiciones. Por eso, comprender los motivos que hacen inevitable esa disgregación en los tiempos que atravesamos y aglutinarnos para combatirla consecuentemente, es, para los marxistas, en el sentido más directo y exacto de la palabra, la tarea de la época.

NOTAS

[248] Véase la carta de F. Engels a F. Sorge del 29 de noviembre de 1886. [pág. 321]

[[249]] 0tzovismo: se trata de una corriente oportunista surgida entre los bolcheviques (Bogdánov, Pokrovski, Lunacharski, Bubnov y otros), después de la derrota de la revolución de 1905-1907. Los otzovistas luchaban contra la utilización de las formas legales de lucha, exigian la retirada de los diputados socialdemócratas de la III Duma de Estado, y renunciaban al trabajo en las organizaciones legales. El otzovismo fue la directa continuación del boicotismo -- corriente oportunista dentro del bolchevismo en 1907, encabezado por Bogdánov y Kamenev. Organizando un grupo independiente en 1908, los otzovistas combatían a Lenin; se negaban resueltamente a participar en la Duma, en los sindicatos, cooperativas, así como en otras organizaciones masivas legales o semilegales, y consideraban necesario concentrar todo el trabajo en la organización ilegal. Bajo el rótulo de las palabras "revolucionarias", los otzovistas practicaban en realidad la línea del liquidacionismo. Su política llevaba al partido a divorciarse de las masas sin partido, a que se trasformara en una organización incapaz de realizar una lucha legal sufriendo así ataques de los reaccionarios. Lenin calificó a los otzovistas de "liquidacionistas de nuevo tipo" y de "mencheviques disfrazados". [pág. 326 ]

lunes, 10 de septiembre de 2007

Homenaje a Salvador Allende

Así como Neruda nos legara su poema "Entre Morir y No Morir" que musicalisado por el compositor chileno, ya fallecido Sergio Ortega



Allende también opto entre morir o traiccionar sus ideales

A 34 años del Asesinato Compañero Presidente



A 34 años del Asesinato de nuestro Presidente Salvador Allende Gossens, aquí estan sus últimas palabras


Última alocución de Salvador Allende en "Radio Magallanes".

Seguramente esta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.

Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.

Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.

Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

domingo, 19 de agosto de 2007

José Carlos Mariátegui (1894 - 1930)



"Aunque soy un escritor muy poco autobiográfico, le daré yo mismo algunos datos sumarios. Nací el 95. A los 14 años entré de alcanza-rejones en periódico. hast 1919 trabajé en el diarismo, primero en "La Prensa", luego en "El Tiempo", finalmente en "La Razón". En este último diario patrocinarnos la reforma universitaria. Desde 1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo. De fines de 1919 a mediados de 1923 viajé por Europa. Residí más de dos años en Italia. donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones de mi orientación socialista. A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicíe mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve, como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y me quedé muy delicado. Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten. No he publicado más libros que el que Ud. conoce. Tengo listos dos y en proyecto otros dos. He aquí mi vida en pocas palabras. No creo que valga la pena hacerla notoria; pero no puedo rehusarle los datos que Ud. me pide. Me olvidaba: soy un autodidacta. Me matriculé una vez en letras en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latín de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter extra-universitario y tal vez, si hasta anti-universitario. En 1925 la Federación de Estudiantes me propuso a la Universidad como catedrático en la materia de mi competencia; pero la mala voluntad del Rector y, seguramente, mi estado de salud, frustraron esta iniciativa."

DESTINO HISTORICO DE LA DOCTRINA DE CARLOS MARX V. I. Lenin


DESTINO HISTORICO DE LA
DOCTRINA DE CARLOS MARX



Lo fundamental en la doctrina de Marx es que destaca el papel internacional histórico del proletariado como constructor de la sociedad socialista. El curso de los acontecimientos en el mundo entero, ¿confirmó esta doctrina desde que Marx la expuso?

Marx la formuló por primera vez en 1844. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, publicado en 1848, ofrecía una exposición integral y sistemática de esta doctrina, exposición que hasta la fecha sigue siendo la mejor. Desde entonces la historia mundial se divide con claridad en tres grandes períodos: I) desde la revolución de 1848 hasta la Comuna de París (1871); 2) desde la Comuna de París hasta la revolución rusa (1905); 3) desde la revolución rusa.

Veamos cuál ha sido el destino de la doctrina de Marx en cada uno de estos períodos.

I
Al comienzo del primer período, la doctrina de Marx no era, ni mucho menos, la imperante. Era sólo una de las muy numerosas fracciones o tendencias del socialismo. Las formas de socialismo que dominaban eran, en el fondo, afines a nuestro populismo: incomprensión de la base materialista del movimiento histórico, incapacidad de discernir el papel y la importancia de cada clase en la sociedad capitalista, ocultamiento de la naturaleza burguesa de las reformas democráticas bajo frases diversas casi socialistas sobre el "pueblo", la "justicia", el "derecho", etc.

La revolución de 1848 asestó un golpe mortal a todas estas formas ruidosas, abigarradas y pomposas del socialismo premarxista. La revolución mostró en todos los países a las distintas clases de la sociedad en acción. La matanza de obreros por la burguesía republicana en París, en las jornadas de junio de 1848[61], demostró definitivamente que sólo el proletariado es socialista por naturaleza. La burguesía liberal temía cien veces más la independencia de esta clase que a cualquier reacción. El cobarde liberalismo se arrastró a sus pies. El campesinado se conformó con la abolición de los restos del feudalismo y se unió a los partidarios del orden, y sólo de vez en cuando vaciló entre la democracia obrera y el liberalismo burgués. Todas las doctrinas del socialismo que no sea de clase y de la política que no sea de clase, demostraron ser un simple absurdo.

La Comuna de París (1871) completó este desarrollo de las trasformaciones burguesas; sólo al heroísmo del proletariado debió su consolidación la república, es decir, la forma de organización estatal en que las relaciones de clase se manifiestan de un modo menos disimulado.

En todos los demás países europeos, una evolución más confusa y menos completa condujo al mismo resultado: una sociedad burguesa que había adoptado formas definidas. A fines del primer período (1848-1871), un período de tormentas y revoluciones, murió el socialismo premarxista. Nacieron los partidos proletarios independientes: la I Internacional (1864-1872) y el Partido Socialdemócrata Alemán.

II

El segundo período (1872-1904) se distinguió del primero por su carácter "pacífico", por la ausencia de revoluciones. Occidente había terminado con las revoluciones burguesas El Oriente aún no había madurado.

Occidente entró en una fase de preparación "pacífica" para una época de futuras trasformaciones. Se formaron en todas partes partidos socialistas, básicamente proletarios, que aprendieron a utilizar el parlamentarismo burgués, a crear su prensa cliaria, sus instituciones culturales, sus sindicatos y cooperativas. La doctrina de Marx obtuvo una victoria total y comenzó a difundirse. Lenta pero firmemente continuó progresando la selección y concentración de las fuerzas del proletariado, y su preparación para las futuras batallas.

La dialéctica de la historia era tal, que el triunfo teórico del marxismo obligó a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, podrido por dentro, intentó renacer en forma de oportunismo socialista. Interpretaron el período de preparación de las fuerzas para las grandes batallas como una renuncia a esas batallas. El mejoramiento de la situación de los esclavos para luchar contra la esclavitud asalariada lo interpretaron en el sentido de que los esclavos vendían por unos céntimos su derecho a la libertad. Predicaban cobardemente la "paz social" (esto es, la paz con los esclavistas), la renuncia a la lucha de clases, etc. Tenían muchísimos partidarios entre los miembros socialistas del Parlamento, diversos funcionarios del movimiento obrero y la intelectualidad "simpatizante" .

III
Apenas los oportunistas se habían congratulado por la "paz social" y por que no eran necesarias las tormentas bajo la "democracia", cuando se abrió en Asia una nueva fuente de grandes tormentas mundiales. A la revolución rusa siguieron las revoluciones turca, persa y china. Hoy vivimos la época de esas tormentas y de sus "repercusiones" en Europa. Cualquiera sea la suerte reservada a la gran República China, contra la cual afilan hoy los colmillos las distintas hienas "civilizadas", no habrá en el mundo fuerza alguna que pueda restablecer en Asia la vieja servidumbre, ni barrer de la faz de la tierra la heroica democracia de las masas populares en los países asiáticos y semiasiáticos.

Algunas personas, no atentas a las condiciones de preparación y desarrollo de la lucha de las masas, fueron llevadas a la desesperación y el anarquismo por el largo aplazamiento de la lucha decisiva contra el capitalismo en Europa. Hoy vemos cuán miope y pusilánime fue esa desesperación anarquista.

No desesperación, sino ánimo debe inspirarnos el hecho de que ochocientos millones de hombres de Asia se hayan incorporado a la lucha por esos mismos ideales europeos.

Las revoluciones asiáticas nos han mostrado el mismo servilismo y bajeza del liberalismo, la misma importancia excepcional de la independencia de las masas democráticas, la misma pronunciada diferenciación entre el proletariado y la burguesía de todo tipo. Quien después de la experiencia de Europa y de Asia hable de una política que no sea de clase y de un socialismo que no sea de clase, merece simplemente que se lo meta en una jaula y se lo exhiba junto a un canguro australiano o algo por el estilo.

Después de Asia, también Europa ha comenzado a agitarse, pero no a la manera asiática. El período "pacífico" de 1872-1904 ha pasado para no volver. La carestía de la vida y la opresión de los trusts provocan la agudización sin precedentes de la lucha económica, que ha puesto en movimiento inclusive a los obreros ingleses, los más corrompidos por el liberalismo. Ante nuestros ojos madura la crisis política aun en Alemania, el más "intransigente" país de los burgueses y los junkers. La furiosa carrera armamentista del imperialismo y su política hacen que la Europa actual entre en una "paz social" que se parece más bien a un barril de pólvora. Mientras tanto, la descomposición de todos los partidos burgueses y la maduración del proletariado sigue firmemente adelante.

Desde la aparición del marxismo, cada uno de los tres grandes períodos de la historia mundial le ha traído nuevas confirmaciones y nuevos triunfos. Pero al marxismo aún le espera una victoria mayor, como doctrina del proletariado, en el próximo período histórico.

Vladimir Lenin (1870-1924)


Miembro fundador, principal teórico y dirigente del partido Bolchevique. Dirigió al partido y los soviets a la toma del poder en la Revolución Rusa. Fundó la Internacional Comunista, identificó al imperialismo como fase nueva del capitalismo y puso emfasis en el partido como vanguardia de la revolución.

¿Qué hacer?

Según el plan inicial del autor, el presente folleto debía consagrarse a desarrollar minuciosamente las ideas expuestas en el artículo ¿Por dónde empezar?(2) (Iskra (3), núm. 4, mayo de 1901)*. En primer lugar, debemos disculparnos ante el lector por haber cumplido con retraso la promesa que hicimos en dicho artículo (y que repetimos en respuesta a numerosos requerimientos y cartas particulares). Una de las causas de dicha tardanza ha sido la tentativa, hecha en junio del año pasado (1901), de unificar todas las organizaciones socialdemócratas rusas en el extranjero (4). Era natural que esperase los resultados de esta tentativa que, de haber tenido éxito, tal vez se hubiese requerido exponer las concepciones de Iskra en materia de organización desde un punto de vista algo distinto; en todo caso, este éxito prometía acabar muy pronto con la existencia de dos corrientes la socialdemocracia rusa. El lector sabe que el intento fracasó y que, como procuramos demostrar a continuación, no podía terminar de otro modo después del nuevo viraje de Rabócheie Dielo (5), en su número 10, hacia el "economismo". Ha sido absolutamente necesario emprender una enérgica lucha contra esta tendencia imprecisa y poco definida, pero, en cambio, tanto más persistente y capaz de resurgir en formas diversas. De acuerdo con ello, ha cambiado y se ha ampliado en grado muy considerable en plan inicial del folleto.

Debían haber sido su tema principal los tres problemas planteados en el artículo ¿Por dónde empezar?, a saber: el carácter y el contenido principal de nuestra agitación política, nuestras tareas de organización y el plan de crear, simultáneamente y en distintas partes, una organización combativa de toda Rusia. Estos problemas interesan desde hace mucho al autor, quien trató ya de plantarlos en Rabóchaya Gazeta (6) durante una de las tentativas infructuosas de reanudar su publicación (véase el cap. V). Dos razones han hecho irrealizable por completo nuestro primer propósito de circunscribirnos en este folleto al examen de los tres problemas mencionados y de exponer nuestras ideas, en la medida de lo posible de manera afirmativa, sin recurrir o casi sin recurrir a la polémica. Por una parte, el "economismo" ha resultado más vivaz de lo que suponíamos (empleamos la palabra "economismo" en su sentido amplio, como se explicó en el número 12 de Iskra (diciembre de 1901), en el artículo Conversación con los defensores del economismo, que trazó, por decirlo así, un esbozo del folleto** que ofrecemos a la atención del lector). Ha llegado a ser indudable que las distintas opiniones sobre el modo de resolver estos tres problemas se explican mucho más por una oposición radical entre las dos tendencias de la soicaldemocracia rusa que por divergencias de detalle. Por otra parte, la perplejidad de los "economistas" al ver que Iskra sostenía de hecho nuestras concepciones ha evidenciado que hablamos a menudo en lenguajes literalmente distintos; que, debido a ello, no podemos llegar a ningún acuerdo sin comenzar ab ovo***; que es necesario intentar "explicarnos" sistemáticamente con todos los "economistas" en la forma más popular posible y basándonos en el mayor número posible de ejemplos concretos sobre todos los puntos cardinales de nuestras discrepancias. Y me he decidido a hacer esta tentativa de "explicarnos" con plena conciencia de que ello va a aumentar muchísimo el volumen del folleto y a retardar su aparición; pero no he visto ninguna otra posibilidad de cumplir la promesa hecha en el artículo ¿Por dónde empezar? Así pues, a las disculpas por la tardanza he de añadir las excusas por los inmensos defectos del folleto en lo que a su forma literaria se refiere: he tenido que trabajar con una precipitación extrema y, además, prestar atención a otras muchas ocupaciones.

El examen de los tres problemas indicados sigue constituyendo el tema principal del folleto. Pero he tenido que comenzar por dos problemas de carácter más general: ¿por qué la consigna de "libertad de crítica", tan "inocente" y "natural", es para nosotros una verdadera llamada al combate?; ¿por qué no podemos llegar a un acuerdo ni siquiera en el problema fundamental del papel de la socialdemocracia en relación al movimiento espontáneo de masas? Luego expongo las opiniones acerca del carácter y el contenido de la agitación política, exposición que se ha convertido en un esclarecimiento de la diferencia entre la política tradeunionista y la socialdemócrata, en tanto que la exposición de los puntos de vista sobre las tareas de organización se ha transformado en un esclarecimiento de la diferencia entre los métodos primitivos de trabajo, que satisfacen a los "economistas", y la organización de revolucionarios, que consideramos indispensable. Después insisto en el "plan" de un periódico político para toda Rusia, tanto más que las objeciones hechas contra él carecen de fundamento y que no se ha dado una respuesta a fondo a la pregunta hecha en ¿Por dónde empezar? De cómo podríamos emprender simultáneamente en todas partes la formación de la organización que necesitamos. Por último, en la parte final del folleto espero demostrar que hemos hecho cuanto dependía de nosotros para prevenir una ruptura decisiva con los "economistas", ruptura que, sin embargo, ha resultado inevitable; que Rabócheie Dielo ha adquirido una significación particular, y se quiere "histórica", por haber expresado de la manera más completa y con el mayor relieve no el "economismo" consecuente, sino más bien la dispersión y las vacilaciones que han constituido el rasgo distintivo de todo un período de la historia de la socialdemocracia rusa; que por eso adquiere también importancia la polémica, demasiado detallada a primera vista, con Rabócheie Dielo, pues no podemos avanzar sin superar definitivamente este período.


Febrero de 1902

N. Lenin

Rosa Luxemburgo


Rosa Luxemburgo(1871-1919)
Navidad en el Asilo de Noche
Escrito: No consta.
Traducción: Para revista Amauta, Lima - Perú.
Fuente: Amauta, No. 22, abril de 1929, Lima - Perú
Preparado para el Internet: Abril de 2001, Marxists Intenet Archive.


Promotora de la huelga general como arma de combate clasista, opositora sin tregua a la I Guerra Mundial y crítica de Lenin y los bolcheviques. Separose del Social-Democracia alemana para fundar la Liga Espartaquista y luego el Partido Comunista alemán.

Un acontecimiento acaba de turbar cruelmente la atmósfera de fiesta de nuestra capital. Las almas piadosas venían justamente de entonar el bello canto tradicional: "Navidad de alegría, Navidad de misericordia" cuando se esparció bruscamente la noticia de que un envenenamiento en masa acababa de producirse en el asilo municipal. Las víctimas eran de diversas edades: Joseph Geihe, empleado, 21 años, Karl Melchior, obrero, de 47 anos, Lucien Scieptarorski[*], 65 anos, etc. Cada dia se traían nuevas listas de hombres sin albergue, victimas del envenenamiento: La muerte los finiquitaba por todas partes: en el asilo, en la prisión, en el "chaufoir" público o simplemente en la calie, acurrucados En cualquier rincón. Antes que el ano nuevo naciera, al son de las campanas, 150 se retorcian presas de los espantos de la agonia y 70 estaban ya muertos.

Durante muchos dias, el modesto edificio de la calle de Froebel, que todo el mundo rehuye en tiempo ordinarlo, concentra boy sobre el, la atención general. ¿Cual era, pues, la causa de este envenenamiento en masa? ¿Se trataba de una epidemia o de un envenena- miento provocado por el consumo de alimentos en descomposición? La policía se dió prisa en restablezer la tranquilidad de la población: No se trataba de una enfermedad contagiosa. Mejor dicho, el hecho no presentaba ningun peligro para la población docente, para las gentes distinguidas de la ciudad. La muerte no tocaba más que a los "habitués" del asilo de noche, los cuales, con ocasión de la fiesta de Navidad habian ingerido, arenques podridos o aguardiente infectado, "a trés bon marché". Pero aquellas gentes ¿dónde se habian conseguido esos arenques podridos? ¿Los habían comprado a un vendedor ambulante de pescado? ¿o los habían recogido de los montones de basura en el mercado? Esta ultima hipótesis fue inmediatamente descartada por la perfecta razon de que los desechos de los mercados, no constituyen, como podrian imaginarlo las gentes superficiales ignorantes de las sanas medidas de la economia política, un bien sin dueno, del cual el primer vagabundo que llega se puede apropiar. Estos desechos son reunidos y vendidos a grandes empresas que les utilizan para el engorde de puercos. Se les desinfecta y muele cuidadosamente. Asi sirven de alimento a ese rebaño. Individuos vigilantes de la policía de mercados velan para evitar que los vagabundos vengan a tomar sin autorización el alimento de los puercos, para comerlo así sin desinfectar y sin moler. Era, pues, imposible que, como algunos lo imaginan fácilmente, los sin albergue hubieran recogido su festín de Navidad entre los montones de basura de los mercados. Es por esto que la policía buscaba al vendedor ambulante o al pulpero que ha vendido el aguardiente infectado, que determinó el envenemiento.

En el trascurso de toda su existencia Joseph Gehie, Karl Melchior, Lucien Sciptoriopski*, no habían nunca atraído la atención, tanto Como hoy. Pensad, pues, que gran felicidad! Verdaderas juntas médicas secretas investigan prolijamente entre los intestinos de las recientes víctimas. El contenido de sus estómagos, para los cual es el mundo Había hasta entonces manifestado tanta indiferencia, es ahora examinado minuciosamente y hecho objeto de apasionadas discusiones en toda la prensa. Los periódicos anuncian que diez de "esos" señores se ocupan en preparar líquidos para el cultivo del bacilo, causa del envenenamiento. Por otro lado, se quiere saber de una manera precisa dónde cayó enfermo cada uno de esos miserables; ¿en el "Tenil" donde la policía encontró muerto a alguno de ellos o en el asilo donde otros habían pasado la noche? Lucien Sciptierovski, ha devenido subitamente una importante personalidad y si él no fuera en este momento cadáver de olor nauseabundo sobre la mesa de disección, seguramente tendria para inflarse de vanidad.

Si, el emperador mismo --que ¡Dios sea bendito!, está preservado de peores males, gracias al aumento por la vida cara, de tres millones de marcos que le ha sido acordada sobre su pensión civil que recibe en calidad de rey de Prusia-- el emperador mismo, pide insistentemente noticias de los envenenados en tratamiento en el hospital municipal. Y su alta esposa, femenina y enternecidamente, hace por intermedio del chamberlán von Winterfeld, expresar su condolencia a M. Kirschner, burgomaestre de la ciudad. En verdad, el burgomaestre Kirschner, no ha comido arenque a pesar de su baratura y se encuentra él con su familia en excelente salud. No es tampoco que nosotros lo sepamos parientes o relacionado de Joseph Gehie o de Lucien Sciptierovski. Pero después de todo ¿a quién el señor chamberlán Von Winterfeld, debía expresar las condolencias de la emperatriz? No podía evidentemente trasmitir las salutaciones de su majestad a los pedazos de cadáveres que yacían sobre la mesa de disección. En cuanto a los miembros de sus familias ¿hay alguien que los conocía? ¿Quién podría encontrarlos en los cabarets, los hospicios, los barrios de prostitución, y tambien en las usinas y las minas donde ellos trabajan? Es por esto que el burgomaestre M. Kirschner acepta en nombre de ellos la condolencia de la emperatriz, lo que le da fuerzas para hacer suyo y soportar estoicamente el dolor de los parientes de Scipterovski.

Ante la catástrofe, en el Concejo Municipal igualmente, se dió pruebas de sangre fria viril. Se hizo investigaciones. Se redactó comunicados cubriendo de tinta innumerables fojas de papel. Pero a pesar de todo, se tuvo siempre la cabeza en alto y contra los espantos de la agonía en los cuales otros hombres se debatían, ae permaneció con valor también, con el estoicismo de los héroes antiguos delante de su propia muerte.

Y sin embargo, todo este suceso ha puesto una nota discordante en la vida pública. Ordinariamente nuestra sociedad conserva cierto carácter de decencia exterior. Ella observa la honorabilidad, el orden y buenas costumbres. Aunque es cierto que hay lagunas o imperfecciones en la estrúctura y en la vida del Estado.

¿Pero después de todo, el Sol tambien no tient manchas? ¿Y existe aqui, abajo, alguna cosa perfecta? Los obreros mismos, yo entiendo los mejor pagados, los que están organizados, creen de Buena voluntad que la existencia y la lucha del proletariado se prosiguen dentro de límites de honorabilidad y compostura. ¿La gris teoría del pauperismo no ha sido refutada ya desde hace tiempo? Todos saben bien que existen asilos de noche, mendigos, prostitutas, "soplones", criminales y otros elementos de perturbación. Pero se piensa ordinariamente en esto, como en algo lejano, existente en alguna parte, fuera de la sociedad propiamente dicha.

Entre la clase obrera ciecente y sus parias, hay un muro y se piensa raramente en los miserables que se arrastran en el fango, al otro lado del muro. Pero, bruscamente algo sucede, algo que hace el mismo efecto que si en un círculo de gentes bien educadas, amables y distinguidas, alguien descubriera por casualidad en medio de los mueblescraros y preciosos, las huellas de un crimen abominable o de innobles corrupciones. Bruscamente un horrible espectro arranca a nuestra sociedad su máscara de compostura y enseña a todos que su honorabilidad no es más que el atavio de una prostituta. Bruscamente aparece que la superficie brillante de la civilización cubre un abismo de miseria, de sufrimiento y de barbarie. Verdaderos cuadros del infierno surgen, en los que se ven criaturas humanas hurgando en los montones de basura. Buscan los desechos, retorciendose en los espantos de la agonía. Se les ve así, agonizando, enviar a lo alto su aliento pestilente.

Y el muro que nos separa de este siniestro reinado de sombras aparece bruacamente como un simple decorado de papel pintado

¿Quienes son, pues, estos habitués del asilo de noche envenenados por el arenquc podrido o el aguardiente infecto? Un dependiente de almacen, un albañil, un tornero, un herrero, obreros, obreros, nada más que obreros. ¿Y quienes son, pues, los sin nombre que no han podido ser identificados por la policía? Obreros, siempre; nada más que obreros, en todo caso que lo eran todavía no hace mucho tiempo.

Y, en verdad, ningún obrero está garantizado contra el asilo, o el arenque podrido. Ahora, vigoroso todavia, honesto, trabajador, ¿qué devendrá mañana si ya no es recibido en su trabajo porque habrá alcanzado el fatal limite de edad o que su patrón lo declara inutilizable? ¿Qué será de esta vida si mañana cae víctima de un accidente que hará de él un inválido, un mendigo? Se dice: las gentes fracasadas en el asilo, no son en su mayor parte más que débiles y malos elementos. Viejos con el espíritu débil, jóvenes criminales, de atenuada responsabilidad. Es posible, pero los malos elementos de las clases superiores no caen nunca en el asilo sino son enviados a los sanatorios o al servicio de las colonias donde puedan satisfacer con toda libertad sus perversos instintos en las personas de los negros y de las negras. Ancianas reinas y grandes duquesas que devienen idiotas, pasan el resto de sus dias en palacios suntuosos rodeadas de una muchedumbre de respetuosos servidores. Para el viejo sultán Abdul Amid, ese monstruo abyecto que tiene sobre su conciencia millares Y millares de víctimas y en el que, sus crímenes innumerables y sus excesos sexuales han entorpecido sus sentidos, la sociedad lo tiene preparado como último refugio una explendida villa con magnificos jardines, cocineros de primer orden y un harem de florecientes mujeres, de doce anos para arriba. Para el joven criminal Prosper Eherenberg, una prisión confortable, bien provista de champagne, de ostras y una gozosa socieciad. Para los príncipes de instintos pervertidos, la indulgencia de los tribunales la abnegación de esposas heroicas y la dulce consolación de una buena y añeja cara. Para Madame d'Kbestein, C- sa mujer que tiene sobre su conciencia un asesinato y un suicidio, una confortable existencia burguesa, "toilettes" de seda y la simpatía dicreta de la sociedad.

Pero los viejos proletarios en los que la edad y el trabajo y las privaciones, han debilitado el espíritu, revientan como los perros de constantinopla, en las calles, contra las palizadas, en los asilos, el arroyo y al lado de ellos se encuentra por todo rastro una cola de arenque podrido. La división de clases se prosigue duramente, cruelmente, hasta en la locura, hasta en el crimen, hasta en la muerte. Para la canalla aristocrática, la indulgencia de la sociedad y los goces hasta el último sorbo. Para el Lázaro proletario, el hambre y el bacilo de la muerte en los montones de basura.

Es así como se acaba la existencia reservada al proletario en la sociedad capitalista. Apenas sale de la infancia, comienza como un obrero trabajador y honesto en el infierno del servicio paciente y cotidiano en provecho del capital. Por millones y decenas de millones la recolta de oro se aumenta en las granjas de los capitalistas. Una ola de riquezas de más en más formidable se vierte en los Bancos y las bolsas de valores. En tanto, los obreros en masas grises y silenciosas atraviesan cada tarde las puertas de las usinas y de las construcciones, coma las pasaron en las mañanas, miserables, vagabundos, comerciantes eternos que llevan al mercado el solo bien que poseen: su propia piel.

De tiempo en tiempo un accidente, una tempestad los barre por docenas y por centenas de la superficie de la tierra. Una pequena interlínea en el periódico, una cifra redonda, hacen conocer brevemcnte el accidente. Al cabo de algunos días se les ha olvidado y su ultimo suspiro es apagado por el jadeo y las trepidaciones de la carrera de las ganancias. Al cabo de algunos dias, nuevas decenas y centenas, ocupan sus plazas bajo el yugo del capital,

De tiempo en tiempo sobreviene una crisis, semanas y semanas de paro, de lucha desesperada con el hombre. Siempre el obrero consigue prenderse a cierta capa infernal, feliz de poder tender de nuevo sus musculos y sus nervios al servicio del capital.

Sin embargo, las fuerzas disminuyen poco a poco. Un prolongado "chómage", un accidente, la vejez que se aproxima y he aquí, al obrero obligado a aceptar la primera ocupación que encuentra. Pierde su profesión y cae cada vez más bajo irremediablemente. El azar domina hien pronto su existencia, la desgracia lo persigue. El encarecimiento de la vida lo golpea cada vez más duramente. La energía constantemente desplegada en la lucha por el pan, se relaja al fin; su amor propio desaparece y he aquí que bien pronto se encuentra ante la puerta del asilo de noche y en otros casos ante la de la prisión.

Todos los años, millares de existencias proletarias, se desplazan así, fuera de las condiciones de existencia normal de la clase obrera, hacia los bajos fondos de la miseria. Se desplazan insensiblemente como un sedimento, sobre el suelo de la sociedad, igual que las sustancias inútiles, de los que el capital no puede sacar ya ningún provecho: igual que un montón de basura humana que la sociedad barre despiadadamente con su escoba de fierro. El brazo de la ley, el hambre y el frío proceden aquí a su entera comodidad. Y en fin de cuentas, la sociedad burguesa tiende a sus parias la copa de veneno que hace desaparecer.

"El Sistema de asistencia pública, dice Carlos Marx en "El capital", está representado por la casa de invalidos, los obreros ocupados y el peso muerto de los "sin trabajo". En la sociedad capitalista el trabajo está indisolublemente ligado al paro. El uno y el otro son igualmente necesarios; el uno y el otro son una condición indispensable de la producción capitalista. Más son cansiderables la riqueza social, el capital explotador, las dimensiones y velocidad de su crecimiento y por consecuencia la plenitud absoluta dcl proletariado y del rendimiento de su trabajo y más considerable es la capa de sus desocupados. Pues, mientras más considerable es esta capa de desocupados en relación a la masa de obreros ocupados, es más considerable también la capa de obreros en excedente, reducidos a la miseria. Es esta una ley ineluctable de la producción capitalista".

Lucien Scipterovski que muere en la calle envenenado por un arenque podrido pertenece al proletariado, tanto coma el obrero calificado que recibe buen salario, compra cartas postales de nuevo año y una dorada cadena de reloj. El asilo de noche y el "violon" son los dos pivotes de la sociedad actual, así coma el palacio del canciller del Reich y la Banca de Alemania. Y el festín de arenque padrido y de aguardiente envenenada en el asilo de noche es el fierro invisible del caviar y del champagne en la mesa del millonario. Esos señores de los consejos médicas secretos pueden seguir buscanda mucha tiempo al micróscopio el germen de muerte en los intestinos de los envenenados y preparar líquidos de cultivo. El verdadero bacilo del que han muerto las gentes del asilo municipal, es la sociedad capitalista con sus cultivos.

Cada día los sin albergue mueren de hambre y de frío. Nadie se ocupa de ellos, a no ser el parte cuotidiano de la policía. La emoción provacada esta vez par este fenómeno banal se explica únicamente por su carácter de masa. Pues no es más que cuando su miseria adquiere un carácter de masa que el praletario puede obligar a la sociedad e interesarse por él. Hasta el mismo sin albergue en su aspecto de masa a simplemente tomada coma un montón de cadavers adquiere una verdadera importancia pública.

En tiempo ordinario, una cadáver es una cosa muda, sin la menor importancia. Pero hay cadáveres que hablan más alto que las trompetas e iluminan aventajando a las antorchas. Después del combate de barricadas del 18 de marzo de 1848, las obereros de Berlín, levantando en sus brazos los cadáveres de sus hermanos caídos en el curso de la lucha, las condujeran delante del palacio real y obligaron al despotismo a saludar a sus víctimas. Ahora se trata de levantar los cadáveres de los "sans-logis" de Berlín envenenados, que son la carne de nuestra carne, y la sangre de nuestra sangre, sobre nuestros brazos, nuestros millones de brazos proletarios y de conducirlos en la nueva jornada de lucha que se abre ante nosotros, a los gritos mil veces repetidos: "¡Abajo el orden social infame que engendra tales horrores!"

Friedrich Engels


Pensador y dirigente socialista alemán (Barmen, Renania, 1820 - Londres, 1895). Nació en una familia acomodada, conservadora y religiosa, propietaria de fábricas textiles. Sin embargo, desde su paso por la Universidad de Berlín (1841-42) se interesó por los movimientos revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de izquierda y con el movimiento de la Joven Alemania. Enviado a Inglaterra al frente de los negocios familiares, conoció las míseras condiciones de vida de los trabajadores de la primera potencia industrial del mundo; más tarde plasmaría sus observaciones en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845).

En 1844 se adhirió definitivamente al socialismo y entabló una duradera amistad con Karl Marx. En lo sucesivo, ambos pensadores colaborarían estrechamente, publicando juntos obras como La Sagrada Familia (1844), La ideología alemana (1844-46) y el Manifiesto Comunista (1848). Aunque corresponde a Marx la primacía en el liderazgo socialista, Engels ejerció una gran influencia sobre él: le acercó al conocimiento del movimiento obrero inglés y atrajo su atención hacia la crítica de la teoría económica clásica. Fue también él quien, gracias a la desahogada situación económica de la que disfrutaba como empresario, aportó a Marx la ayuda económica necesaria para mantenerse y escribir El Capital; e incluso publicó los dos últimos tomos de la obra después de la muerte de su amigo.

ARNOLD HAUSER, Historia social de la literatura y el arte.


Arnold Hauser nació en la pequeña localidad húngara de Temesvár, el año 1892. De familia muy modesta, conoció una infancia difícil y sólo con grandes esfuerzos logró ingresar en la Universidad de Budapest, donde estudió filosofía con el doctrinario y teórico marxista Karl Mannheim. Judío de raza y alemán de cultura (escribió muchas de sus obras en esta lengua), no se encontraba muy a su gusto en la Universidad de Budapest, logrando ampliar sus estudios de Historia de la Literatura y del Arte en las Universidades de París y Berlín.

A los veinte años (1912), Hauser fue nombrado profesor de la Universidad de Budapest, alcanzando gran prestigio por su estrecha amistad con el teórico marxista Georg Lukács, fundador e impulsor del grupo de intelectuales denominado el «Círculo dominical», y también de una especie de «Universidad Libre» conocida con el nombre de «Escuela Libre de las Ciencias del Espíritu». Con Hauser y Lukács al frente de los citados sectores intelectuales húngaros, figuran Karl Mannheim, el filósofo Béla Fogarasi y los marxistas teóricos Erin Szabo (sindicalista), Frederick Antal (historiador del Arte) y Lajos Fülep (historiador de la literatura). Los maestros doctrinales de estos grupos eran, junto al magisterio indiscutible de Marx, algunos pensadores y sociólogos, como el ya citado Mannheim, Max Weber y Sombart, entre otros.

Las turbulencias políticas derivadas de la I Guerra Mundial influyeron en la ruptura del grupo. Hauser viajó por Italia (1919-1921) estudiando Arte (especialmente pintura) mientras Lukács ingresó en el Partido Comunista Húngaro, llegando a desempeñar el cargo de Comisario de Instrucción Popular en el Gobierno filo-comunista de Béla Kun, en 1919. Arnold Hauser no deseaba comprometerse, y a pesar de su acuerdo teórico y doctrinal con Lukács, prefirió marchar a Berlín (1922-24), donde profundizó sus estudios sobre Hegel y Marx. De Berlín se dirige a Viena (1925) y encuentra serias dificultades para continuar vinculado a las actividades académicas. En tales circunstancias logra un trabajo en una compañía cinematográfica llegando a conocer así el gran impulso de esta manifestación artística propia del siglo XX. En este período, cuando estaba a punto de publicar un tratado teórico sobre «Dramaturgia y sociología del cine», Hitler invadió Austria, y Hauser, por sus antecedentes judíos, se vio forzado a huir a Inglaterra, fijando en Londres (1938) su residencia, dedicado exclusivamente a sus trabajos de investigación y docencia universitaria. Allí se encontró con su antiguo maestro Karl Mannheim, quien le alentó a elaborar unos trabajos sobre sociología del Arte (1939) que sirvieron como base documental para la obra más importante de Hauser, iniciada en 1941, la «Historia Social de la Literatura y el Arte» que terminó diez años más tarde, publicándola primero en Londres (1951), después en Nueva York, y en Alemania (1953) por la editorial C. H. Beck. Desde entonces esta obra ha sido traducida a 16 lenguas diferentes, entre ellas el castellano (Ed. Guadarrama, Madrid, 1963).

Hauser, investigador de lenta andadura, publica su primera obra a los 59 años (Historia Social de la Literatura y el Arte), posteriormente elabora sólo muy limitadas variaciones sobre el mismo tema: Filosofía de la historia del Arte (aparecida más tarde con el título de «Métodos modernos»), 1964; Arte y Sociedad, 1973, y Sociología del Arte, 1974.

En 1977 regresó a Hungría, siendo nombrado miembro de honor de la Academia Húngara de Ciencias. Murió a los 86 años de edad, en 1978.



ANÁLISIS DEL CONTENIDO

Esta obra, síntesis de interpretación histórica en torno a los significados sociales de las artes creativas, abarca en sus tres volúmenes el período de tiempo comprendido entre las expresiones pictóricas del Paleolítico y la primera mitad del actual siglo XX. Con respecto al título, conviene aclarar cuál es el sentido que encierra para el autor. No es que él separe la historia de «lo social», sino que considera los dos conceptos unidos, de modo que no tendrían sentido el uno sin el otro. Así lo dice de modo inequívoco: «Esencialmente no hay diferencia alguna entre historia y sociología; son la misma cosa»[1].

Se propone el autor explicar cuál era la mentalidad, propósitos y contexto socio-cultural de los artistas que, en las distintas épocas históricas dejaron en sus obras, no expresiones individuales de su concepción artística, sino el fiel reflejo de la sociedad en que habitaron.

Desde el punto de vista de la exposición se ofrecen en cada uno de los volúmenes los temas siguientes: Vol. I: Prehistoria (Paleolítico y Neolítico); Culturas Orientales; Grecia y Roma; Edad Media y Renacimiento. Vol. II: (siglos XVI-XIX): comprende desde el Manierismo hasta el Neoclasicismo, pasando por el Barroco, el Rococó, el Clasicismo y el Romanticismo. El Vol. III: abarca los siglos XIX y XX, centrados de modo fundamental en el análisis de las expresiones pictóricas (el impresionismo) y literarias (naturalismo, realismo, novela social), así como de las cinematográficas, ya en el siglo XX. De acuerdo con la visión ideológica que preside la obra, Hauser dedica en este volumen III una especial atención a pensadores, psicólogos y filósofos como Nietsche, Freud y Bergson cuya aportación a las Bellas Artes resulta —por lo menos— discutible.

Un previo examen global de la obra permite afirmar que el autor ha seguido un esquema histórico superado, que ya no responde a las exigencias documentales y científicas de la moderna historiografía desarrollada en los últimos veinticinco años. En efecto, las referencias cronológicas relacionadas con las etapas históricas o las fases que separan unos períodos de otros, carecen de precisión o se omiten, con lo cual resulta difícil establecer los límites de tiempo entre las distintas etapas señaladas. Por otra parte, las expresiones artísticas se reducen a un esquema simplista y parcial, puesto que, de hecho, sólo se estudian las artes plásticas (pintura) y escultura en cuanto elemento decorativo. La literatura recibe también trato preferente, si bien se reduce a la literatura europea de los siglos XVI-XIX. En realidad, Hauser sólo aborda aquellos aspectos del arte conocidos por él durante sus estudios universitarios e investigaciones posteriores: pintura, literatura y, finalmente, el cinematógrafo.

Respecto al ámbito geográfico, Arnold Hauser prescinde de analizar las Culturas Orientales, y más concretamente se ciñe al ámbito casi exclusivamente europeo. Quedan fuera del estudio India, China, Japón y los pueblos pre-Colombinos, cuyas aportaciones a la historia del Arte Universal no pueden ser ignoradas. La omisión responde a la necesidad de simplificar los hechos históricos de modo que se facilite una interpretación propia del materialismo histórico que sirva a los propósitos del autor, a pesar de que se declara «marxista crítico». Sobre esta actitud contestataria insiste cuando afirma servir de la mejor manera al marxismo: «—siendo como somos marxistas y socialistas— aplicando nuestra fuerza y capacidad críticas hasta al mismo marxismo»[2].

La obra se inicia con el estudio de las pinturas rupestres desarrolladas por el hombre paleolítico, siguiendo el curso de la historia con la época neolítica y la aparición de los primeros pueblos agrícolas que, según el autor, sustituyen a los «cazadores». De esta fase, y sin mayores precisiones, salta el autor nada menos que a las grandes civilizaciones: Egipto, Mesopotamia y Creta, que preceden al llamado «Mundo clásico» representado por Grecia y Roma. La cultura grecolatina se enjuicia a través de la literatura (epopeya, lírica, teatro) la escultura y la pintura, como expresiones del «tipo» de sociedades clasistas que, en opinión del autor, responden al predominio de la burguesía terrateniente y ciudadana sobre pueblos sojuzgados por la fuerza.

El capítulo dedicado a la Edad Media se inicia con el análisis de los antecedentes que corresponden a la crisis del mundo clásico y expansión del cristianismo por las fronteras del Imperio Romano. Las sucesivas oleadas de los pueblos germánicos introducen elementos nuevos sobre la base cultural latina, atribuyendo a estos últimos, una importancia excesiva en el desarrollo posterior de los estilos Románico y Gótico.

El Renacimiento se estudia en sus rasgos definidores y en relación con las circunstancias político-sociales que lo configuran. Fiel a los propósitos ya reseñados de presentar la historia del arte en su perspectiva pretendidamente sociológica, el autor se esfuerza en relacionar a la burguesía con el «capitalismo incipiente» y la «lucha de clases» (pp. 391-392), explicando así con facilidad lo que se considera predominio de un arte elitista y antipopular. Con el Renacimiento finaliza el tomo primero.

El tomo II se inicia con el estilo Manierista, conectado de modo poco satisfactorio con el Gótico y el Barroco, tendencias a las que sirve como línea de enlace, según parece deducirse de las consideraciones hechas por el autor. La mayor parte de este capítulo, lejos de centrarse en el análisis de la pintura manierista, como parece lógico dada la importancia de esta expresión artística, va destinada al estudio de fenómenos religiosos y no artísticos de la Reforma protestante, y de la Contrarreforma llevada a cabo por la Iglesia Católica. Respecto a la literatura, y sin aclarar cuál sea su relación con el «manierismo» dentro del cual se estudia, examina con cierto detenimiento la obra de Cervantes (El Quijote) y el teatro de Shakespeare, puesto en relación con la Inglaterra Isabelina.

El estilo barroco queda estructurado en dos vertientes: el barroco protestante y el católico. Una vez más se confunde el arte con las ideas, en este caso, religiosas.

Por lo que se refiere al Rococó, aparece representado por la Monarquía Francesa, mientras el Romanticismo se distribuye —sobre todo en su expresión literaria— entre Alemania, Inglaterra y Francia. En este período de transición (siglos XVIII-XlX) aparecen destacados los movimientos filosóficos e intelectuales que configuran la «Ilustración», con especial referencia a la Revolución Francesa, Napoleón y al triunfo del racionalismo, que el autor considera una gran conquista.

El tomo III y último queda centrado en el análisis de la literatura y más concretamente en la novelística y el teatro. Junto a ésta, sólo la pintura merece atención para Hauser, y eso en la corriente «Impresionista». Ya en pleno siglo XX, es el cine el único arte que —según el autor — anima e impulsa la búsqueda de nuevos caminos renovadores, marcando con su influencia a las demás expresiones artísticas. Este conocimiento del arte cinematográfico, lo obtuvo durante sus años de permanencia en Viena trabajando en una compañía de cine, tema que le interesó, y sobre el que estuvo a punto de publicar un ensayo.


MÉTODO INSUFICIENTE

Existe un evidente desajuste entre el propósito ambicioso del autor de ofrecer una síntesis de la historia del arte universal enfocada en su dimensión sociológica, y el contenido real, mucho más modesto, de su obra. En primer término, la documentación básica resulta insuficiente para elaborar una tesis comprensiva del sentido universal de las corrientes y estilos del arte, que no logra reducir a la presencia de algunas «claves» que, según el autor, podrían servir para explicar la evolución del arte en las distintas épocas históricas y lugares geográficos.

Le falta a Hauser la suficiente perspectiva global y el conocimiento amplio de la historia, el estudio detenido, en profundidad, de los hechos objetivos tal como aparecen en las fuentes documentales, al margen de los esquemas fijos del método del materialismo histórico utilizado por el investigador. Hauser procede de acuerdo con ideas prefijadas, es decir, se aproxima a la realidad armado con esquemas preconcebidos, lo cual le dificulta el análisis sereno y equilibrado del significado auténtico de los datos que maneja.

Este método de trabajo, basado en el concepto «dialéctico», explica que el autor huya instintivamente de abordar situaciones complejas que podrían poner en peligro sus tesis apriorísticas. El ámbito de investigación queda reducido y simplificado al análisis de las corrientes artísticas o de aquellos aspectos que sirvan para encontrar confirmación a sus ideas. Esto explica los «saltos» en el tiempo, los «vacíos» de siglos que se producen de modo constante a lo largo de los tres volúmenes que integran la obra.

Se da, además, la circunstancia de que incluso al citar aquellas frases históricas que podrían considerarse favorables a las interpretaciones del autor, tampoco aparecen claras sus tesis, siendo necesario limitar el conocimiento de los hechos sólo a ciertos aspectos reducidos de la realidad, puesto que, en caso contrario, profundizar en la verdad resultaría un escollo insuperable para explicar las ideas expuestas como bases interpretativas.

Todos estos aspectos señalados permiten formular la conclusión de que esta obra carece de las condiciones necesarias como para ser considerada con propiedad, un trabajo «científico». Y esto, tanto por su contenido material —escasa documentación— como por el método, puesto que no trata el autor de descubrir el significado objetivo de los hechos que estudia —el arte a través de la historia—, sino que los datos quedan al servicio de esquemas predeterminados que se derivan del materialismo histórico. En tal sentido, el método de Hauser no cumple las condiciones para un análisis serio del tema propuesto. Como afirma Federico Suárez: «Cuando se utiliza el adjetivo "científico" para calificar el método se está indicando, por consiguiente, que el método en cuestión es apto para averiguar la verdad de la parcela de la realidad que se observa y que se utiliza rigurosamente, de modo que no sólo conduce al conocimiento verdadero de una cosa, sino que la verdad de los resultados obtenidos puede ser demostrada»[3].



SIMPLISMO HISTÓRICO

Se muestra fiel el autor al esquema simplista ya aludido, que le permite fijar algunas claves o constantes históricas, supuestamente válidas como instrumento de trabajo en la interpretación de los hechos acaecidos en cualquier época o circunstancia.

Concibe la historia como una sucesión de etapas que condicionan y configuran el pensamiento, la cultura y el arte de los pueblos. Al período Paleolítico le atribuye (sin delimitar fronteras de tiempo) el dominio de los pueblos cazadores socialmente no organizados. Pueblos a los que, por toda definición, designa como practicantes de la magia, considerando que el fin de sus pinturas era: «crear un doble del modelo, es decir, no solamente indicar, imitar y simular, sino substituir, ocupar el lugar del modelo» (p. 27). Hauser no se limita a esbozar una hipótesis —como tal sería admisible—, sino que «constituye» sobre ella toda una teoría de la magia sin disponer de otros medios que la simple suposición. ¿Qué expresaban los hombres paleolíticos en sus pinturas? ¿Magia o decoración? En verdad no lo sabemos. Pero sí sabemos que no sólo pintaron animales, sino escenas de caza, grupos de cazadores, bailes tribales, esbozos de miembros del cuerpo, manadas de ciervos en representaciones no «naturalistas» como afirma Hauser, sino abstractas, es decir, que no pretendían «substituir, ocupar el lugar del modelo», sino probablemente pintar lo que veían según su mentalidad y gustos.

Para Hauser la historia es una sucesión de «etapas» que se diferencian de acuerdo con los principios de una evolución de tipo biológico. Estas etapas marcan un proceso hacia adelante, de naturaleza irreversible, que culminará en la sociedad sin clases. Esta suposición, no obstante, se encuentra desmentida por el acontecer histórico, que muestra con frecuencia distintos tipos de sociedades superpuestas en una misma fase de tiempo, tal como ocurre en la actualidad, en que conviven pueblos nómadas (twaregs), con agricultores primitivos (Africa Central), al mismo tiempo que otros hombres alcanzan 1a luna. Al omitir la verdadera complejidad de la vida humana sobre la Tierra, Hauser incurre en el simplismo histórico necesario para continuar su método de análisis marxista. Prescinde de estudiar la naturaleza del hombre y sus relaciones con otros hombres para considerar los «hechos biológicos», necesarios, de una historia concebida como sucesión de etapas. Este error ha sido detectado por los historiadores y críticos de la sociedad actual, quienes demuestran la incapacidad del marxismo para explicar la verdadera naturaleza de la historia: «Todo intento de comprensión histórica debe tener en cuenta la complicación humana, esa peculiar estructura íntima del hombre que es a un tiempo naturaleza y libertad, biología y ética. En una palabra, que en cualquier intento de investigación histórica es preciso considerar los factores que condicionan al hombre distinguiéndolos de aquellos otros en los que actúa libremente de acuerdo con una lógica imprevisible. Existe algo inevitable en el movimiento histórico que se nos impone con la fuerza de lo biológico, que condiciona nuestra actuación. Y, por otra parte, existe en la historia algo moral, queda un campo para la libertad del hombre que puede, así, dar un sentido a los acontecimientos, valorando de una forma o de otra lo que nos ofrece la biología de la historia. De esta forma, mientras lo biológico sucede porque sí, inevitablemente, la valoración de lo biológico sucede por decisión de los hombres, es algo que pudo, a su tiempo, evitarse»[4]. En esta misma línea el profesor Arellano[5] aclara: «La historia y lo que sucede históricamente resulta, por tanto, a la vez de estos dos ingredientes esenciales: biología histórica e historicidad».



ALGUNAS CONTRADICCIONES MÁS EVIDENTES

Por lo que se refiere a la interpretación de los aspectos que Hauser considera definidores de la llamada «etapa Paleolítica», se presentan como rasgos distintivos los siguientes: naturalismo expresivo (derivado del carácter mágico que el autor atribuye a las representaciones pictóricas del período); primacía de la «praxis» sobre el pensamiento abstracto; falta de organización social y económica, lo cual impide la especialización de trabajos y el ocio, y por último, alimentación a nivel de subsistencia, al consumir el producto de la caza, faltando la agricultura. De acuerdo con este esquema, Hauser pinta un panorama tan triste del hombre paleolítico que apenas deja resquicio para ninguna actividad que no sea la de cazar, comer y dormir. Pronto veremos que esta impresión negativa se contradice con la presencia de la realidad: el arte Paleolítico ha demostrado unas calidades estéticas, técnicas y artísticas de tal magnitud que todavía no han acertado a explicar los estudiosos del tema.

Finalizada la etapa del Paleolítico, Hauser decide adentrarse en la siguiente denominada del Neolítico, sin mayores preocupaciones de precisión cronológica, «siglos más o menos», puesto que lo único importante para él —el cambio social— ya se ha producido. Este nuevo período ofrece, frente al anterior, ya superado para siempre (según Hauser), las siguientes características: economía agrícola, división y especialización del trabajo, empleo creativo del ocio, organización social estratificada en clases, población sedentaria, mayor capacidad de abstracción y surgimiento del «animismo» en substitución de la magia.

Quedan así enfrentadas —siguiendo el esquema de Hauser— las etapas correspondientes al Paleolítico (identificado con la barbarie) y al Neolítico (época de mayor progreso), cada una de ellas bien caracterizada con rasgos específicos. El problema surge cuando el autor procede a explicar las maravillosas pinturas debidas a los hombres de una sociedad que ha sido definida por su incapacidad para la división del trabajo, por estar a nivel de subsistencia y faltarle tiempo libre para todo aquello que no sea la caza. La incongruencia del esquema es de tal naturaleza que Hauser se ve obligado a reconocer —sin el menor empacho— que tales pinturas paleolíticas demuestran, un elevado nivel de especialización y que por lo tanto exigieron de los artistas largas sesiones de trabajo «improductivo», disponer de «ocio», actividad creativa impensable para un pueblo dedicado, según el planteamiento anterior, exclusivamente a la caza.

Así, en abierta contradicción con el estado de primitivismo que se atribuye a la «etapa» del Paleolítico, Hauser considera que: «Los numerosos bocetos, diseños y dibujos escolares corregidos que se han encontrado junto al resto de pinturas rupestres, permiten hasta colegir la existencia de una especie de ejercicio artístico especializado, con escuelas, maestros, tendencias locales y tradiciones» (p. 43). Este párrafo contradice abiertamente los caracteres atribuidos a los hombres paleolíticos, y muestra que el método científico de Hauser, «más que un método de investigación que se utiliza para averiguar lo que todavía no es conocido, es un método (o quizá sólo un programa) destinado a confirmar el dogma, la tesis, la ley, el postulado o como quiera que se llame, que se nos da ya formulado como un primer principio: antes de comenzar la investigación ya se nos dice lo que hemos de encontrar»[6].

Abundantes contradicciones, derivadas del método del materialismo histórico utilizado, se suceden a lo largo de los capítulos siguientes (II y III) en referencia a la contraposición entre las denominadas «culturas agrícolas» y otras llamadas «ciudadanas». Culturas que se consideran como nuevas «etapas» cerradas y opuestas entre sí, cuando la realidad demuestra que se trata de dos formas de vida que coexisten durante siglos (hasta en el momento actual) pero no en posiciones enfrentadas, de «lucha dialéctica», sino como aspectos de una misma realidad social.

A las «culturas agrícolas» les atribuye el autor los rasgos de sociedades conservadoras, cerradas, restrictivas de la libertad, coercitivas, con tendencia a la abstracción y partidarias de un arte decorativo, sujeto a rígidas normas, tanto en el gusto como en las técnicas, que impiden el progreso. Tales atributos aplicados a una sociedad agrícola como la egipcia, habrían hecho imposibles los valores naturalistas de las pinturas y esculturas egipcias y la magnitud de sus monumentos arquitectónicos (palacios, templos y monumentos funerarios), difíciles de concebir en un pueblo «restrictivo», aherrojado por el yugo de las tradiciones que impiden el progreso. Como sucediera ante las contradicciones, ya recogidas, respecto a los pueblos paleolíticos, Hauser tampoco duda en desmontar sus esquemas, obligado a reconocer el espíritu innovador y creativo del arte egipcio, que sería impropio de una cultura agrícola. Al describir el período de Akhenaton, que sucede al Imperio Medio, Hauser afirma: «El formalismo del Imperio Medio cede bajo su influjo, tanto en la religión como en el Arte, a una actitud dinámica, naturalista, y que se goza en los descubrimientos» (p. 72).

Vuelve la dificultad de compaginar la «rígida y conservadora» cultura agrícola egipcia —como la define Hauser— con la aceptación y reconocimiento de estas expresiones innovadoras «que se gozan en los descubrimientos», creadas por el genio del pueblo egipcio, dispuesto a olvidarse de los esquemas apriorísticos de Hauser.

A pesar de las contradicciones[7] de interpretación que se repiten a lo largo de la obra, Hauser se mantiene plenamente seguro de su método científico, pese a que una y otra vez se ve colocado entre las tesis apriorísticas y las realidades objetivas que las contradicen claramente. Fiel al concepto biológico de la historia, insiste en que los hechos se suceden de acuerdo con la fuerza inexorable capaz de explicar por si misma el proceso de la evolución histórica de la Humanidad.


UN ESQUEMA DE ANÁLISIS MARXISTA

Otra actitud constante en el análisis de Hauser, es aplicar términos acuñados en los siglos XIX y XX, tales como «lucha de clases», «burguesía capitalista», «monopolio cultural de la Iglesia», «conciencia de clase», «Estado y capital privado», dedicados a exponer situaciones históricas del mundo romano y de la Edad Media, a pesar de que en esas épocas no se conocían los problemas de la sociedad industrial. El empleo de estas expresiones no es casual ni responde a un medio expresivo por aproximación. Se trata, en realidad, de que en el fondo de las interpretaciones de Hauser late el concepto marxista de la historia mediante el cual, la lucha entre opresores y oprimidos, propietarios y colonos, dueños y siervos, es decir, la «lucha de clases», aparece como el impulso vital del acontecer histórico.

El problema para el autor estriba en que, siguiendo el esquema de análisis marxista resulta muy difícil explicar la creación del arte en las distintas épocas y culturas, puesto que los artistas, según Hauser, no desempeñan un papel de protagonismo frente al arte, sino que están al servicio de las «clases dominantes» en unos casos, o bien responden a las ansias de liberación de «los oprimidos» en otros.

Obligado por condicionamientos ideológicos previos, el autor no admite el espíritu creador e independiente de los individuos especialmente dotados, sino que se trata de un «producto social» protagonizado por los sectores poderosos (burguesía, Iglesia, nobleza) que imponen su dominación a través de las Bellas Artes: «Sería obvio poner en relación no sólo las proporciones, sino también las formas pesadas, anchas y poderosas de la arquitectura románica, con el poder político de sus constructores, y considerarla como la expresión de un estricto señorío clasista y de un rígido espíritu de casta» (p. 260).

En el período barroco, mantiene el mismo tono: «Los Papas construyen (en Roma) no sólo magníficas iglesias, sino también magníficos palacios, villas y jardines. Y los cardenales «nipoti», que cada vez toman en su modo de vida más estilo de príncipes reales, despliegan en sus construcciones un lujo casi tan ostentoso. El catolicismo representado por el Papa y alto clero se hace cada vez más protocolario y cortesano, en oposición al protestantismo, que tiende más a lo burgués» (p. 620).

Respecto a la acción creadora de los artistas, Hauser prefiere pasar por alto a los grandes genios del Renacimiento (Rafael, Miguel Ángel), sobre los cuales apenas ofrece algunos rasgos generales prefiriendo aludir al entorno socio-cultural y religioso (mecenas y Jerarquía de la Iglesia) como explicación del auge artístico de este período. La «teoría renacentista del genio» (pp. 455-456) supone una explicación de los fines de las clases privilegiadas que invertían sus capitales en la perpetuación de un estilo alienante, al cual se plegaban los artistas. La sociedad renacentista, a consecuencia de su esencia dinámica penetrada de la idea de competencia, ofrece al individuo mejores oportunidades que la cultura autoritaria medieval, y a consecuencia de la acrecida necesidad de propaganda de sus potentados crea mayor demanda en el mercado artístico que la que hasta entonces tenía que satisfacer la oferta» (p. 456).

El florecimiento del arte barroco se explica a través de la confluencia de dos factores: acumulación de riqueza en manos de la burguesía y ascenso de la nobleza cortesana que rodea al monarca a las supremas instancias del poder. El barroco, después de los «traumas» que, según Hauser, provocaron la ruptura de la unidad del cristianismo, se convierte en un arte al servicio del triunfo de las dos tendencias antagónicas: Protestantismo y Catolicismo. Una vez más aparece el sentido funcional del arte utilizado como «propaganda ideológica» de la Iglesia que extendía de este modo su influencia por los países de obediencia a Roma: «El arte eclesiástico adquiere un carácter oficial y pierde sus rasgos espontáneos y subjetivos; está determinado cada vez más por el culto y cada vez menos por la fe inmediata. La Iglesia conoce demasiado bien el peligro que amenaza partiendo del espíritu subjetivista de la Reforma; desea que las obras de arte expresen el sentimiento de la fe ortodoxa de manera tan inequívoca y tan libre de toda caprichosa interpretación como los escritos de los teólogos. La estereotipia de las producciones le parece comparado con el peligro de la libertad artística, el mal menor» (p. 617). No se reconoce en las expresiones artísticas ningún valor espiritual o deseos de trascendencia, puesto que se trata de una creación artificial desprovista de contenido.

La novela social (Dickens, Zola, Dostoiewski, Tolstoy) y ciertas manifestaciones del arte impresionista en la pintura muestran la «toma de conciencia» de las clases proletarias que van a condicionar, en el último tercio del siglo XIX, lo que Hauser llama la «crisis del capitalismo burgués» (p. 795). También respecto a estas creaciones artísticas se aplica la formula habitual de condicionar el arte a la fuerza «creadora» de la sociedad que en el siglo XIX, consagrada la «patología del Capitalismo», comienza ya a recobrar su verdadera imagen de libertad y justicia «gracias a la elevación de las clases trabajadoras».


LOS CONTENIDOS IDEOLÓGICOS DEL ARTE

Aunque la historia de las expresiones artísticas parece ser la idea predominante del estudio de Hauser, lo cierto es que son las ideologías encarnadas por el arte los auténticos protagonistas de su obra. La tesis fundamental del autor (p. 974) se refiere al hecho de que, si bien la conciencia de clases como tal no aparece definida científicamente hasta mediados del siglo XIX, las tensiones dialécticas existen desde los orígenes de la Humanidad hasta el momento presente. De ahí que la terminología socialista se utilice por el autor indiscriminadamente aplicada a cualquiera de las épocas históricas analizadas. «Burguesía», «Capitalismo», «lucha de clases» son realidades presentes —en opinión de Hauser— en cualquier tiempo y lugar.

Hasta el punto de que, una vez consagrado el éxito de la revolución social gracias a las aportaciones de Marx y Engels, el arte queda ya situado en su verdadero lugar, es decir, al servicio de las necesidades y aspiraciones del pueblo trabajador. A diferencia de los siglos anteriores en que desempeña la función de prolongar el predominio de las clases dominantes extendiendo en las clases proletarias las ideas alienantes que facilitan su sometimiento.

Según este planteamiento, los últimos capítulos abandonan el estudio de la evolución de las Bellas Artes (pp. 975-1105) para analizar detenidamente el fin de la «concepción supraburguesada del mundo» (p. 975) que pronto será sustituida por las corrientes del socialismo científico. La gran atención dedicada a los contenidos ideológicos de la novela social europea de finales del siglo XIX permite al autor ampliar el horizonte, de sus disertaciones filosóficas, a pensadores como Bergson, Freud o Nieztsche, tomados como expresión de la nueva actitud crítica de los intelectuales contra la cultura dominante.

De los significados sociales del arte se ha pasado insensiblemente a las doctrinas socialistas, que sobre una base marxista ofrecen la nueva interpretación histórica de los cambios surgidos a través de los tiempos.


CONCEPCIÓN DE HAUSER SOBRE EL CRISTIANISMO

Respecto a los aspectos religiosos, la concepción de Hauser parece inclinada a considerarlos igualmente como una elaboración entre intelectual y sentimental, producto de la vida en sociedad. El desarrollo de las doctrinas religiosas comienza con las prácticas de magia y animismo, que suponer el estado primitivo de los ritos religiosos desarrollados con las culturas de pueblos cazadores (magia) y agricultores (animismo). La mitología griega aparece desprovista de cualquier otra significación que no sea artística o literaria, sin aludir a los planteamientos de la filosofía aristotélica que de algún modo ofrecen un estudio interesante sobre la naturaleza y la dignidad de la persona humana considerada en su dimensión individual.

No se aclara la aparición del cristianismo que de modo inexplicable surge bruscamente como una expresión tardía del arte romano (p. 183). La Iglesia se muestra como una Institución poderosa dispuesta a mantener la supremacía sobre las demás potestades políticas. «La reforma protestante supone, según palabras textuales de Hauser, una «purificación» de la atmósfera corrupta de la cristiandad (p. 528), que fue bien recibida por los sectores más sanos del pueblo creyente». «Después de la Reforma, no sólo ya no hubo ningún buen católico que no estuviera convencido de la corrupción de la Iglesia y de la necesidad de su purificación, sino que el efecto de las ideas que venían de Alemania fue mucho más profundo: se adquirió conciencia de la interioridad, supramundanidad y falta de compromiso perdidas en la fe cristiana, y se sintió una inextinguible nostalgia por su restauración. Lo que por todas partes excitaba y entusiasmaba a los buenos cristianos, y ante todo a los idealistas e intelectuales en Italia, era el antimaterialismo del movimiento reformista, la doctrina de la justificación por la fe, la idea de la directa comunión con Dios y del sacerdocio universal» (p. 528). La Contrarreforma, llevada a cabo a través de la acción del Concilio de Trento la presenta Hauser como el triunfo de los «reaccionarios» y fanáticos. Entre los que encarnan el «nuevo espíritu fanático» se citan a los siguientes representantes: San Carlos Borromeo, San Felipe Neri, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola. Este último, junto a la Compañía de Jesús, es calificado como la «primera realización del pensamiento totalitario» (p. 533).

Durante las épocas posteriores, con el triunfo de la Ilustración francesa y las corrientes sociales del siglo XIX, las alusiones a la Iglesia Católica y al cristianismo pasan a un segundo plano hasta casi desaparecer. Queda implícito que el autor considera la religión como un estadio de la cultura europea que ha sido superado por la misma fuerza de la evolución social.

En cuanto se refiere al sentido trascendente de la idea humana y de la misión de la Iglesia en la historia, se aprecia la falta de conocimiento de Hauser sobre estos temas. Confunde repetidamente religión y cultura, arte y liturgia, sin analizar separadamente cada una de estas realidades, con lo cual prescinde del cambio más radical que registra la historia de la Humanidad como fue la aparición del cristianismo, que dio sentido al ser individual, considerado a partir de entonces en su dimensión más completa de cuerpo y alma inmortal. Al no valorar estos datos, esta obra, planteada en su mayor parte en la Europa Occidental y cristiana, resulta parcial y no explica debidamente la realidad abarcada.

Hauser, siempre fiel a la estructura de su pensamiento marxista, considera al hombre desde la perspectiva de lo social, desprovisto de los atributos que delimitan su individualidad. En relación con este aspecto, Henri-Irenée Marrou opina: «Ciertamente, el aspecto colectivo de la historia, aspecto que nos parece, con razón, muy importante, no debe hacernos olvidar la realidad del aspecto personal: cada uno de nosotros en su singularidad irreductible, es también uno de lo aspectos de esta humanidad que Cristo ha venido a salvar (...). El microcosmos de la historia personal es reflejado de alguna forma en el macrocosmos de la historia colectiva»[8].